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viernes, 4 de abril de 2014

~No será solo un juego~ /Capítulo 33/

   Moví un poco la cabeza, estaba realmente agusto, ni frío ni calor, algo blandito me atrapaba y una cosa suave y calentita me cubría. Fruncí el ceño y abrí los ojos, que se molestaron por el sol que se colaba por las cortinas. Moví la mano que había justo delante de mi, apoyada en la cama, el pelo parecía haberse derramado por toda la almohada. Me erguí un poco en la cama, dándome algo de impulso con las manos. Dejé caer la espalda en el cabecero. No entendía que hacía allí, sabía que no era lógico. Puse la palma de la mano sobre la frente que mantenía una temperatura normal, no había rastro de sudor por pesadillas o sueños ajetreados. Observé la habitación, parecía atontada, anonadada quizá. Juraría haber estado en el cementerio, con Ethan ...
   - Buenos días Alison - por un momento aquella voz pareció ser otra completamente distinta en mis pensamientos,un escalofrío recorrió mi cuerpo, haciéndome volver al mundo de los vivos supongo. Sus ojos me miraban con preocupación mientras sostenía una taza de café en una de las manos y el periódico en la otra.
   - Buenos días Peter - retorcí la servilleta que había entre mis manos, ni siquiera sé como había llegado a parar allí, pero el caso es que la estaba arrugando de lo lindo.
   -  ¿ Ocurre algo pequeña ?
   Mis ojos miraron los suyos entrecerrandose y mi gesto se tornaba a uno confuso. Suspiré como si estuviera agotada, y lo estaba realmente de tanta mentira. Bajé la mirada a la servilleta, mientras la estirazaba. Era de un color azulado, y era raro porque la verdad es que todas eran blancas. La arrugué de nuevo metiéndola en un puño y miré a mi tío.
   - ¿ Estas bien Ali ?
   Me levanté de la mesa sin decir palabra, cogí la mochila que estaba cerca de la puerta y salí. Me dirigí al cementerio, a aquella tumba con la que había soñado o a saber. Toqué la fría piedra de la que estaba hecha. Miré a mi alrededor, notaba que alguien me observaba y eso era un tanto inquietante ya que tan solo había un cuervo posado en la rama de un árbol. Miré al animal con los ojos entrecerrados y me agaché lentamente, me levanté moviendo rápidamente el brazo para lanzar la piedra que había cogido. Esta chocó en la rama del árbol, a escasos centímetros del ave, esta salió volando con un aleteo y un graznido espantoso.





  Miré de nuevo la tumba, algo había cambiado, no se muy bien el qué, pero el olor que se percibía era distinto, era algo embriagador. Cerré los ojos embelesada por tal aroma y noté unas manos frías posándose sobre mis brazos. Un grito ahogado salió de mi interior. Arrodeé todo mi cuerpo con rapidez, pero no había nada. Absolutamente nada. Me abracé a mí misma queriendo arroparme y protegerme, pero mi rostro mostraba miedo, aunque no pudiera verlo lo sabía. Quizá me estaba volviendo loca, o quizá estaba ocurriendo de verdad. Algo me hizo mirar de nuevo a la rama del árbol que ahora se encontraba desierta. Mantuve la mirada en aquel punto y el cuervo volvió a posarse en ella. Lo miré casi petrificada, anonadada. Parecía estar rebuscando en mi mente, intentando saber que pensaba, tal y como hacía Ethan. Ethan. Al pensar aquel nombre, el cuervo pareció sonreír, algo absurdo pero que me hizo estremecer.
  Y entonces una voz retumbó en mi cabeza - No dejes que entre ... - No entendía muy bien a que se refería, pero sabía de sobra de quien era aquella voz, aquella dulce y perfecta voz que ahora sonaba temblorosa y apagada. Entonces un miedo invadió todo mi ser, casi supliqué al cuervo con la mirada que se marchase, pero este seguía allí tan tranquilo, como si nada.
  Vi en su mirada un ápice de maldad, de algo oscuro. Era inquietante, pero no podía dejar de mirarlo. Quise volver a agacharme para coger una nueva piedra, pero el cuervo se abalanzó sobre mi y picó uno de mis brazos, haciendo que este sangrase. Me llevé la mano rápidamente a la herida y el ave negra pareció volverse loca, intentaba llegar a la herida de nuevo, la sangre parecía haberle incitado a hacerlo. Empecé a correr hacia algún lugar, para escapar de él, pero no parecía haber lugar seguro para mi. Y cuando parecía que iba a alcanzarme, tropecé y rodé por unas escaleras. Había adoptado una postura fetal, quizá para proteger mi cara y sitios más débiles de aquel animal.
 Cuando dejé de escuchar aquel horroroso graznido, unos brazos tiraban de mi hacia el interior de lo que parecía ser una tumba. Veía las escaleras por las que había rodado y en el más alto de los peldaños estaba aquel dichoso cuervo. Yo pataleaba e intentaba salir, pero sin duda alguna aquella persona tenía más fuerza que yo. Todo estaba oscuro, pero pronto hubo algo de claridad que surgía de unas velas, fue entonces cuando fui liberada del agarre. Me giré hacia la claridad y no había nadie, pero sin embargo notaba como alguien me miraba.

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