Seguidores

lunes, 9 de julio de 2012

~No será solo un juego~ /Capítulo 7/

Escuché unos pasos que se acercaban a la puerta y que se detenían a escasos centímetros de esta.
  - Alison, ¿estás bien? - se escuchó la voz de Margaret.
  - Sí .. - dije con una voz algo quebradiza.
  - ¿ Te importaría si paso?
  - Puedes pasar tranquila .. - dije mientras me dirigía a la cama y me volvía a sentar, cerrando el diario.
La puerta se abrió y Margaret entró cerrando esta tras ella. Se acercó un poco a la cama, pero guardando las distancias por si me molestaba. - Alison quería hablar contigo. Si te parece bien claro está.
  - ¿Te a mandado mi tío? - la miré fijamente - Porque si es así, ya puedes irte por donde has venido ...
  - No, no he venido porque él me lo haya pedido, he venido por voluntad propia - me miró con una mirada algo acogedora.
  - Perdón entonces por ponerme a la defensiva ... - bajé la mirada pensando en que la había cagado un poco.
  - Tranquila - mostró una sonrisa cariñosa. Desde luego venía con buenas intenciones. - Solo quería decirte que no juzgues mal a tu tío, él solo quiere lo mejor para ti, pero no se da cuenta de que a veces es un poco duro contigo.
  - ¿Un poco? - la miré haciendo una mueca.
  - Bueno bastante ... - me miró e hizo un pequeño gesto mirando la cama - ¿Puedo?
  - Claro - sonreí y le hice lado para que pudiera sentarse - Perdón por el desorden, es que he estado sacando algunos recuerdos y tal ...
  - Tranquila, no pasa nada - sonrió sentándose a mi lado - Yo siempre la tenía así.
Tras haber pasado gran parte del tiempo hablando con Margaret, empecé a cogerle confianza y tal vez un poco de cariño. Me parecía una mujer agradable y muy cariñosa por como hablaba y me miraba. Me había contado como era este pueblo, apartado de la mano de Dios para mí, y algunas de las historias que había escuchado cuando era pequeña. Tuve un momento de confesión con ella y le conté lo del hombre y lo que había ocurrido con mi tío. Margaret me entendió y pareció no extrañarse por lo que había ocurrido, quiso dar el pego de estar algo confusa, pero no coló mucho. De todos modos no dije nada. Al poco rato se marchó algo preocupada por no como andaba y por los nervios que parecía derrochar casi sin querer. Me pareció algo raro pero no le dije nada. Como siempre prefería callarme y dejar que las cosas pasaran sin más.
Cogí el diario y lo escondí en el mismo sitio, supongo que nadie se molestaría en buscarlo, pero bueno. Volví a notar una extraña presencia, era demasiado raro que me sintiese observada la mayor parte del tiempo, pero lo más extraño aun, era que nunca encontraba nada ... Empecé a coger frío y la verdad es que no sé muy bien por qué, ya que fuera, aun era de día y los rayos de sol aun entraban por la ventana. El caso es que cogí una chaqueta y me la puse saliendo después de la habitación. Peter parecía haberse marchado y Margaret me dejó salir, ya se encargaría ella de hablar mi tío, al menos eso me aseguró ella. Estuve paseando por el parque donde solía jugar cuando era pequeña, me interesaba mucho poder vivir cada uno de mis mejores momentos en esa etapa de mi vida, y una buena manera de hacerlo, era visitar cada uno de los sitios donde había pasado gran parte de estos.
Mis recuerdos parecían burlarse de mí, ya que nunca conseguía recordar del todo. Solo veía pequeños pasajes de mi infancia, es como si sufriera de una pequeña amnesia. Recordaba muchos momentos en el parque, pero nunca conseguía salir de la típica rutina, jugar con los chicos y chicas de mi edad y pasar gran parte del tiempo por allí.
Estaba sentada en uno de los bancos, algo distraída entre pensamiento y pensamiento, cuando noté una mano que se posaba en mi hombro, lo que me hizo sobresaltarme un poco. Enseguida volví la mirada para ver quien había hecho tal cosa.
  - Cualquiera diría que has visto un fantasma - dijo burlón.
  - No seas tonto - le dí un ligero golpe en el brazo.
  - Disculpe usted señorita si la he asustado - mostró una sonrisa pero aún algo burlón.
Me crucé de brazos haciéndome la enfadada y recibí un abrazo por su parte - no me seas boba - susurró en mi oído y me dio un beso en la mejilla. No entiendo muy bien el por que, pero me ruboricé un poco.
  - ¿Me dejas llevarte a un sitio? - dijo con una amplia sonrisa.
  - ¿Y dónde me quieres llevar?
  - ¿Me dejas o no? - me miró a los ojos.
  - Bueno, está  bien - sonreí y él me prestó su mano para que me levantase del banco.
Estuvimos caminando durante un rato ya que el lugar donde quería llevarme estaba algo retirado. Fue un grato paseo, sobretodo porque no hacíamos más que recordar buenos momentos. Era algo raro, pero el lugar empezó a sonarme cuando llegamos más o menos al sitio. Había una pequeña cabaña de madera en lo alto de un gran llorón, la cabaña estaba bastante dañada por el paso de los años, ya que el tiempo es muy traicionero, y aunque parecía que la cabañita había estado siempre muy bien cuidada,ahora solo parecía parte del hermoso paisaje.
  - ¿Te acuerdas de algo? - Le escuché decir detrás de mí.
  - Pues la verdad es que no muy bien ... - bajé un poco la mirada.
  - No importa - dijo alzándome la cara cogiéndome suavemente de la barbilla - Solo es un sitio al que solíamos venir cuando eramos pequeños. ¿Ves esa cabaña? - señaló la pequeña choza.
  - Sí - miré hacia donde señalaba.
  - Pues tuvo que hacerla tu padre, porque nunca queríamos marcharnos de este lugar.
Sonreí leve al acordarme de mi padre y le miré - ¿Qué es lo que nos hacía no querer irnos de aquí? - dije algo ignorante.
  - Ven que te lo enseño - mostró una sonrisa.
Asentí y le seguí hasta un precioso lago. Tenía algunas cascadas, que caían desde una altura considerada. Estaba rodeado por mucha vegetación, entre ella, un bonito claro lleno de preciosas flores. Sonreí casi sin querer al ver el paisaje y me acerqué sin pensarlo dos veces al lago para tocar el agua cristalina.
  - ¿Lo sabes ahora? - dijo sonriendo.
  - Ya lo creo que sí - le sonreí.
Fuimos hasta el prado y nos sentamos entre las flores. Hablamos sobre varias cosas que nos habían pasado allí. Me contó como mi padre tuvo que traer todo el material hasta aquí para poder montar la pequeña cabaña, y como nos habíamos encaprichado con esta los primeros días. Me miró a los ojos durante un instante con una sonrisa.
  - También recuerdo que cuando eramos pequeñitos, una vez tuviste que curarme una herida cuando caí por jugar a las  batallas - dijo riendo después.
  - Así que ... ¿tú médica desde pequeíta eh? - dije sonriendo leve.
  - También es por eso que me gustaba estar aquí - se ruborizó un poco pero sin dejar de mirarme a los ojos.
  -  ¿Por eso? Seguramente cualquiera te hubiese curado la herida - sonreí.
  - Me refería a la compañía ... - soltó casi en un susurro.
En ese momento también yo enrojecí y cuando alcé la mirada parar verle, este se acercó despacio y me besó con ternura, cogiéndome de la mejilla con cariño.


No hay comentarios:

Publicar un comentario